Dinkheron
Habían viajado durante dos días más bajo el calor del sol
que los abrasaba en aquel desierto, aunque de vez en cuando encontraban un
oasis o un pequeño bosque donde descansar y recuperar fuerzas. Durante el
camino habían aprovechado para conocerse mejor, o más bien para que Socknier
conociese un poco mejor a Kytheris ya que el pasado de Socknier seguía siendo
un enigma. Kytheris había apreciado que el carácter de Socknier era muy
parecido al suyo, bromista y entrañable, se interesaba mucho por las cosas que
ella le contaba y eso parecía gustarle a ella.
Al atardecer casi anocheciendo llegaron a otro bosque, pero
este parecía mucho mas espeso que los que habían pasado y mucho más grande.
–Parece que este nos costara mucho mas atravesarlo– observó
Socknier
–Si, pero es buena señal, es mas grande porque estamos casi
saliendo del desierto, pero se hace de noche y no es seguro viajar por las
noches por el desierto como vimos el primer día.
A Kytheris parecía hacerle gracia
aquello, aunque aquella anécdota que le parecía tan graciosa casi les había
costado la vida el primer día de viaje, cuando salieron del oasis donde
Kytheris había llevado a Socknier cuando lo encontró tirado en la arena.
La primera noche después de partir decidieron viajar por el
desierto por la noche ya que no hacia calor, aunque la arena todavía ardía bajo
sus pies. Estaban hablando muy animadamente cuando sintieron un temblor bajo
sus pies, siguieron andando pero el temblor volvió a repetirse cada vez con más
fuerza, y a su izquierda salió de repente con un gran estruendo de la arena un
gigantesco gusano con multitud de espinas en su lomo y una gigantesca boca con
muchos pequeños dientes que, seguramente usaba para desgarrar la carne de sus
presas. Esto les pilló un poco de sorpresa pero Socknier reaccionó tirando de
Kytheris y echaron a correr. El gusano les perseguía velozmente y esquivaron de milagro varias acometidas de la
criatura, por suerte consiguieron encontrar el siguiente bosque de la ruta a
tiempo e internarse en él.
El gusano no les
siguió parecía que le daba miedo o respetaba aquel lugar plagado de verde
vegetación, o igual es que solo podía moverse por la arena y en la tierra que
había bajo el bosque no seria capaz de moverse. Socknier prefería no averiguarlo
y parecía que Kytheris tampoco. Desde entonces decidieron viajar por el día ya
que Kytheris había leído que la mayoría de las criaturas de aquel desierto eran
nocturnas y supuso que era porque la fina piel de aquel gusano se quemaría con
el sol.
–Ya es muy tarde será mejor que descansemos aquí– dijo
Socknier.
–Si tienes razón, a demás es un buen lugar para restablecer
un poco mi magia– Kytheris era una muchacha fuerte y casi nunca mostraba signos
de cansancio, pero mantener alrededor de Socknier y de ella el campo mágico que
mitigaba un poco el calor de aquel desierto era una tarea muy agotadora para
aquella joven maga.
Con los últimos rayos de luz que se filtraban por las
espesas hojas de los arboles consiguieron encontrar un claro en el medio del
bosque, aunque les costó mucho avanzar por aquel lugar, ciertamente era mucho
mas denso que los demás y mucho mas grande, sus ropas se enganchaban en los
arbustos y las ramas, y la blanca túnica con símbolos de color violeta de
Kytheris se veía sucia, pero extrañamente las ropas de Socknier seguían
brillando igual que la luna a pesar de
las manchas de tierra, y parecía más resistente que la túnica de Kytheris pese
a ser aquella túnica de un tejido mágico que se reparaba absorbiendo la magia
del entorno.
–Este es un buen lugar– Decidió Kytheris
–Si tienes razón, me gusta este sitio es muy relajante, más
incluso que los otros bosques– a Socknier le encantaba el lugar que habían
escogido, no supo porque.
– ¿Vaya a si que tu también lo notas? Eso es porque la magia
del bosque es más fuerte aquí ya que está cerca de la salida del desierto.
Parece que te estas haciendo más sensible a la magia del ambiente, o ya lo eras
antes pero no lo recordabas, igual eres mago y no lo sabes– bromeó Kytheris.
–Al igual tienes razón– su amiga le había explicado que la
magia no era algo que pudiera aprender cualquiera, se era mago de nacimiento,
aquellos que eran más sensibles a la magia del ambiente y de los seres vivos
poseían la cualidad también de absorberla y usarla en su propio beneficio, pero
se necesitaban muchos años de practica para poder dominar los conjuros más
sencillos – ¿podrías enseñarme algún hechizo?
–En otra ocasión tal vez cuando no este tan cansada, dame un
respiro al fin y al cabo he sido yo la que ha evitado que nos convirtiésemos en
un plato de carne quemada para buitres– el humor que Kytheris si que era
incansable y era algo que le gustaba a Socknier
– A demás, todavía no sabemos si eres mago o no, hay formas
de comprobarlo, lamentablemente no tengo aquí los ingredientes, cuando
lleguemos a Dinkheron intentare hacerme con algunos.
Socknier asintió un poco desanimado.
– ¿Aun así tienes fuerzas todavía para una de tus historias?
– Kytheris vio otra vez aquel brillo en los ojos de Socknier azul eléctrico que
se dejaba ver cuando el chico tenía interés por algo
–Está bien, ¡dispara!
– dijo Kytheris viéndose venir que le esperaría una noche larga, pero aun así
le encantaba que Socknier le preguntase sobre cosas que él desconocía totalmente
y que ella sabía gracias a que, mientras sus compañeros de la escuela de magia
alardeaban en la taberna del pueblo de los nuevos hechizos que habían aprendido ella se limitaba a leer
libros en la biblioteca. Aquella biblioteca era inmensa y recogía el saber de
cientos y cientos de años o historias fabulosas de lejanas tierras.
–Le he estado dando vueltas– empezó Socknier– y me parece
muy raro un desierto poblado por multitud de bosques, no me parece que sea de
formación natural, la pregunta es, ¿Cómo se formaron estos bosques?
La pregunta le cogió un poco por sorpresa a Kytheris, era
una de sus historias favoritas y se la sabia bastante bien
–Vaya buena pregunta amigo mio– había tomado una actitud
como de profesor de historia, y comenzó su relato.
Todo se remonta a hace unos doscientos años, más o menos
Agganthor en la actualidad es un basto desierto situado en el centro del
continente. En el viven diversas tribus nómadas que comercian con los minerales
que extraen de la arena. Veneran el desierto y necesitan calor para poder sobrevivir
pero aceptan la existencia de los bosques ya que no amenazan su territorio.
Este desierto se encuentra salpicado por diversas zonas de
bosque como ya has apreciado, húmedo y frondoso, con manantiales y riachuelos
que fluyen por ellos.
Estos bosques fueron resultado de la gran guerra de elfos de
Ilen Edsan, que es el bosque que esta situado al sur de este desierto, y mucho
más al sur lindando con Ilen Edsan están las Montañas del fin del mundo, hogar
de los enanos contra los que lucharon. Esta guerra comenzó cuando los enanos
empezaron a talar los árboles de Ilen Edsan, sagrados para los elfos, para
construir sus maquinas, esto les enfurecían mucho y les proclamaron la guerra.
– ¿Porque se llaman las montañas del fin del mundo? –
pregunto Socknier
No se sabe realmente, pero cuentan que desde la cima de
Aeperion, que es la montaña mas alta del continente se ve por encima de las
demás y al otro lado se ve una gran catarata que parece que no tiene fin. Nadie
se ha aventurado mas allá de las montañas y no se conoce mucho de esa zona por
eso para todo el mundo ahí acaba Shandor.
Los elfos eran grandes arqueros, se movían muy bien por el
bosque apenas sin ser vistos y contaban con el apoyo de las criaturas del
bosque como hadas o una extraña variedad de árboles que se desplazan y hablan,
que parecen casi hombres de no ser por su nudoso cuerpo y su gigantesco tamaño,
aunque normalmente se comportan como arboles normales. Aun con esto, los enanos
era ingenieros y herreros muy cualificados y contaban con aterradoras maquinas
de asedio movidas por la fuerza bruta por un complicado sistema de engranajes.
La guerra duró casi veinticinco años aunque fue una guerra
lenta, las maquinas de los enanos causaban graves daños al bosque pero eran
destruidas cuando penetraban un poco en el por la vegetación. Al mismo tiempo,
los elfos no eran capaces de atravesar las grandes y robustas puertas de metal
que franquean el paso hacia el interior de las cuevas de los enanos, grandes
laberintos y galerías subterráneas, adornados con metales preciosos y joyas,
esculturas realizadas con oro y grandes fraguas en las que hacia un tremendo
calor al que estaban acostumbrados los enanos.
Los enanos consiguieron llegar al final hasta Edsan, que es
un gigantesco árbol tan antiguo como el mundo y que sustenta a todo el bosque
de Ilen Edsan, que significa hogar de Edsan en élfico, este árbol alimenta con
su magia ancestral e inagotable a todo el bosque y a todos sus habitantes y al
mismo tiempo sirve de hogar para los elfos, donde tienen situada su ciudad
principal entre sus ramas. Cuando los enanos finalmente llegaron a él colocaron
extraños artefactos explosivos que detonaron con la intención de derribar el
árbol, aquel árbol no era como los demás, su tronco esta hecho de una piedra
dura y rojiza que se asemeja al rubí pero de una dureza extrema y sus hojas
también parecen fabricadas con el mismo material pero de color verde y muy
flexible y suave, de tacto idéntico al de las hojas de cualquier árbol, este
árbol da unos frutos luminosos que sirven a los animales como alimento y a los
elfos iluminación.
Edsan recibió muchos daños pero no cayó y los elfos
consiguieron expulsar del bosque a los enanos que les habían atacado y
empezaron a reparar con su magia a Edsan, sabían que sin el él bosque entero
moriría y ellos correrían su misma suerte.
Como resultado de aquella inmensa explosión muchas semillas
de Edsan fueron dispersadas en todas las direcciones y multitud de ellas
cayeron por todo Agganthor. Estas semillas no se saben como acabaron germinando
en este desierto.
Las hadas percibieron
el nacimiento de los nuevos hijos de Edsan y viajaron por el desierto hasta
ellos para cuidarlos y alimentarlos con su magia y empezar a expandir el bosque
allí donde hubiese uno.
Los elfos al oír aquella noticia acabaron por ceder una
parte de terreno a los enanos para que ellos se aprovisionaran de madera y al
mismo tiempo finalizar la guerra ya que no era necesario expandir el bosque
hacia las montañas porque gracias al ataque de los enanos consiguieron expandir
el bosque por Agganthor, cosa que creían imposible.
Los elfos crearon manantiales y lagos en aquellos
bosquecitos que habían empezado a nacer pero que gracias a la magia de las
hadas estaban creciendo rápidamente, y los poblaron con animales.
Cada años estos bosques crecen un poco más pero muy
lentamente a causa del clima que impera en el desierto, y en el corazón de cada
bosque habita un árbol más grande y robusto que los demás y que desde
lejos en la noche puede verse su copa
con un brillo verde a causa de la luz de la luna, como habrás percibido
viniendo hacia aquí, aunque las hadas hacen que sea imposible llegar hasta ese
árbol por precaución, y cada hijo de Edsan esta habitado por el espíritu del
hada que lo hizo crecer.
Gracias a esto se pudo cruzar el desierto más fácilmente,
cosa que antes era muy arriesgado y muchos perecieron en el intento, aunque
claro primero tienes que conocer el emplazamiento de estos bosques o usar una
guía mágica.
Socknier ya sabia lo que era una guía mágica, Kytheris se la
había enseñado cuando empezaban a viajar, era una esfera pequeña que sirve de
brújula, simplemente hacia falta para hacerla funcionar introducirle un poco de
magia y pensar el destino al que quieres
ir, esta esfera al principio brillaba de un color rojizo si estabas mirando en
la dirección equivocada, pero a medida que te situabas en la dirección correcta
iba desapareciendo aquel color rojo y poniéndose cada vez mas blanco hasta que
casi te cegabas con su brillo, así conseguían saber donde se encontraba el
próximo bosque.
Socknier estaba encantado con aquella fabulosa historia
–Pero no he visto ninguna hada en ninguno de los bosques por
los que hemos pasado
Kytheris empezó a reírse a carcajadas
–No seas tonto, no se dejan ver así como así por cualquier
persona, pero están ahí alrededor nuestros, observándonos, escuchándonos y
cuidando de que no dañemos el bosque.
Socknier se giro hacia todos los lados intentando ver alguna
pero solo encontró arboles y maleza que rodeaban el claro. Mientras Kytheris se
estaba riendo cada vez más fuerte
–Ya te he dicho que no se dejan ver, son expertas en
camuflarse con su entorno, no veras ninguna si ellas no quieren
– ¿Alguna vez has visto alguna? – preguntó, estaba seguro de
que eso la haría callar por no haber visto ninguna.
–Si una vez vi una, son muy hermosas y te quedas hipnotizada
cuando las ves– empezó a contar –fue en uno de los primeros bosques en los que
entré en esta región, apareció durante unos segundos delante mía, se rio y
volvió a desaparecer. Su comportamiento
era un misterio para mi pero me fije en como era y nunca se me olvidará.
– ¿Y como era? – cortó Socknier con impaciencia.
–Desde luego chico que impaciente eres. Tenia el pelo como
si fueran enredaderas, de un color verde oscuro y adornado con flores que
parecían que les crecían en él, sus ojos tenían el mismo brillo que la luna y
transmitían mucha paz, era muy alta e iba vestida con unas ropas muy livianas y
casi transparentes, que dejaban percibir la silueta de su cuerpo, no andaba
sino que se deslizaba por el aire varios centímetros por encima de la tierra,
se movía ágilmente y sus pies no tocaban el suelo para nada– Kytheris se quedo
un rato callada recordando el momento.
–Cuando me di cuenta de que se había ido traté de seguirla
pero no la volví a encontrar, fue una
lastima quería hablar con ella.
Se hacia tarde y a ambos les empezó a poder el sueño
– ¿Oye Socknier que te parece si lo dejamos por hoy vale? Ya
estoy muy cansada y mañana tenemos que continuar con nuestro viaje.
Ambos estaban sentados alrededor de una hoguera que hicieron
cuando montaron el campamento y Socknier se había quedado contemplando sus
llamas, abstraído intentando imaginarse al hada tal y como la había descrito su
amiga.
–Si tienes razón– contesto el percatándose de que Kytheris
le había hablado –Se hace tarde y si no duermes mañana no serás capaz de seguir
mis pasos – le dijo el con un tono de burla
–Bueno tendrás que esperarme, a no ser que quieras guiarnos
tu en ese caso, seguro que llegamos al oasis donde nos conocimos– le dijo
ella imitando el tono burlón de Socknier
–Muy graciosa, anda buenas noches– Socknier se recostó en el
saco de dormir que Kytheris le había prestado y ella se metió en su tienda.
Socknier se quedo contemplando un rato el follaje de aquel bosque que no dejaba
ver el cielo pero que de vez en cuando, movido por el aire, dejaba ver algunos
rayos de luna.
Sin darse cuenta absorto en sus pensamientos Socknier se
durmió.
A las pocas Horas Socknier despertó. Había oído algo pero
creyó que era su imaginación, el sonido se repitió una segunda vez, era como un
ruido metálico y pasos; se levanto, cogió su guadaña y se dirigió a ver de
donde venia el sonido. No sabia si molestar a Kytheris por algo que había
escuchado, igual no era nada y en el caso de que fuera algo podría correr a
avisarla ya que el sonido provenía desde lejos del claro en el que estaban
acampados.
Socknier fue andando abriéndose paso entre la vegetación del
bosque, intentando no hacer ruido para que fuese lo que fuese no se percatara
de su presencia. Se sorprendió de que aquello le resultara fácil, moverse sin
hacer ningún ruido aun rodeado de plantas y ramas que pudieran romperse, pero
no, él no hacia ningún tipo de ruido mientras se acercaba cada vez más a la
fuente del sonido que le despertó.
Cuando llegó vio a unas extrañas criaturas horribles que
despedían un extraño olor. Esas criaturas tenían forma humana, pero eran lo
menos parecido a un humano que se pudiese ver, su cuerpo estaba compuesto por
carne de color negro en descomposición, trozos de huesos y escamas en algunas
partes, parecía que su piel estaba siempre húmeda o seria tal vez por que su
carne se descomponía. Algunos llevaban trozos de armadura en partes de su
cuerpo y todos llevaban unas espadas con una forma curvada, oxidadas y melladas.
Socknier sabía lo que eran aquellos seres, Kytheris se lo
había explicado tiempo atrás, pero ahora no tenía intención de averiguar más
sobre ellos, debía avisar a Kytheris y huir de allí lo antes posible. Así pues
se dio lentamente la vuelta e intentó irse de allí sin que aquellos seres se
percatasen de su presencia.
Un grito desgarró el silencio que llenaba aquel pacífico
bosque.
–Kytheris– susurro –no debería haberla dejado sola.
Socknier descubrió también que aquellos seres que estaban a
escasos metros de él también se habían percatado del grito de la muchacha y por
tanto se dirigían hacia allí. Socknier no lo dudo ni un momento, echó a correr
en pos de ayudar a su amiga, sabia que los seres le pisaban los talones, pero
él era rápido, aun así serian quince, casi veinte calculó.
Socknier corrió, corrió todo lo rápido que podía, mientras
se acercaba más y más al claro en el cual había dejado a su amiga.
Era culpa suya, debería haberla despertado, pero no era
tiempo de lamentarse había que actuar y actuar rápido. Sentía aquellos seres a
su espalda y sabia que cuando llegase al claro no habría mas remedio que
luchar, asique se llevo la mano a la espalda y empuñó su guadaña, aquellos
seres levantaban en el un odio irracional y estaba reprimiendo las ganas de
volverse y acabar con todos ellos, pero lo más importante ahora era Kytheris.
Cuando llegó al claro se le calló el alma al suelo, vio en
frente de él otro pequeño grupo de aquellos seres, y en medio de la escena
había uno de ellos con extrañas marcas rojas en la cara y sujetando a su amiga,
inmóvil bajo su brazo. Socknier se temió lo peor y la ira se empezó a acumular en él.
Socknier estaba petrificado, estaba rodeado, delante había
una decena de aquellos seres y detrás de él había muchos más, su amiga se
hallaba inconsciente en manos de aquel ser, pero hablo con voz grave y
desafiante a aquel que llevaba las marcas rojas en la cara y sujetaba a su
amiga.
– ¡Suéltala! Te exijo que la sueltes– aquello sonó como una
orden y temió que aquello supusiese el final de su amiga.
Aquellos seres rieron y el que sujetaba a Kytheris le
contestó con una voz ronca y casi demoníaca.
–Humano insolente ¿Qué te hace pensar que te la
devolveremos? – Su voz era totalmente gutural y muy cavernosa, inspiraba
respeto y miedo –Es más ¿Qué te hace
pensar que saldrás de aquí con vida?
A Socknier le hervía la sangre y casi no podía aguantar más.
– ¡Déjala en el suelo o yo mismo te matare engendro! – Aquello
fue amenaza y Socknier blandió con más fuerza su arma, su hoja despedía un
brillo azulado como tantas otras veces, pero esta vez era más intenso.
La criatura volvió a reír
–Niño estúpido despídete de tu amiga porque hoy morirás
aquí– cogió a Kytheris del pelo y la levanto delante suya –Y en cuanto a ella…
su carne seguro que esta deliciosa.
Socknier estalló en cólera. Sus ojos relampaguearon con
aquel extraño brillo azulado que era característico suyo pero en esta ocasión,
era un brillo intenso. Hubo un destello, casi parecía un rayo apenas fue percibido porque este los cegó a
todos.
Cuando los extraños seres recuperaron la visión lanzaron
todos un grito de sorpresa, Socknier se hallaba, en el suelo arrodillado
colocando cuidadosamente a su amiga y la hoja de su guadaña cubierta de sangre,
a unos escasos metros se hallaba el cuerpo del que antes era el jefe de aquella
pequeña patrulla, pero que ahora yacía muerto partido en dos. Aquello paso en
menos de un segundo y Socknier no sabia como lo había hecho, solo recordaba
haberse lanzado hacia aquel ser que sostenía momentos antes a su amiga.
–No sabes lo que has hecho– gritaron aquellas criaturas
–morirás hoy aquí.
Empezaron a acorralar a Socknier y a su amiga aunque con
cautela, no sabían explicarse como ese chico que tenía más hueso que músculo
había derrotado tan fácilmente al mejor guerrero de aquel grupo.
Los dos muchachos estaban acorralados y Socknier parecía
cansado, como si aquella cosa que había hecho inconscientemente hubiese gastado
sus reservas de energía, pero sentía que había despertado un extraño poder en
él, pequeño, apenas perceptible, pero lo sentía.
Entonces dos criaturas se lanzaron hacia ellos con sus
espadas acumulando fuerza para descargar sobre Socknier su golpe mortal, el
chico reaccionó rápido, hundió el filo de su arma en el costado de una de las
criaturas, que gimió de dolor y sintió una pequeña descarga que recorrió todo
su cuerpo hasta matarlo, Socknier se percato de ello pero la segunda criatura
estaba ya encima de él, disparo una patada contra el estomago de aquel ser y
este salió varios metros volando.
Socknier se sorprendía de su fuerza, no sabía que tenía esas
habilidades que le parecían tan naturales como respirar, pero no era momento de
averiguar nada, tenia que salir de allí y le superaban en número. Podría haber
matado a dos o tres más, pero el solo no podría acabar con todos ellos, a demás
tenía que ayudar a su amiga por encima de todo, de modo que se cargo a Kytheris
al hombro, enarbolo su guadaña con la otra mano y corrió con todas sus fuerzas
hacia donde parecía que había menos de aquellos seres.
Mató a otro que intentó detenerlos y cuando llegó al anillo
que formaban en torno a ellos para evitar que escapasen, Socknier saltó, salto
todo lo alto que pudo, se elevo medio metro por encima de aquellos seres y
aterrizo a duras penas al otro lado, quería averiguar como lo había hecho pero
no había tiempo. Socknier empezó a correr hacia el bosque y se internó en la
espesura. Aquellas criaturas lo seguían,
y le ganaban cada vez más terreno.
Les empezaron a lanzar flechas que silbaban cortando el
viento a su alrededor, una de ellas fue a parar al hombro de Socknier, se paro
un momento por el dolor y gritó, pero siguió corriendo.
Kytheris lentamente se fue despertando, sentía un terrible
dolor en la nuca y todo se movía y daba vueltas, no recordaba que había pasado,
y deseaba que todo parase ya y que el mundo dejara de moverse, pero cuando
recobró un poco más el sentido se dio cuenta de que la perseguían unos extraños
seres y ella iba hacia atrás y miro a Socknier, que la llevaba cogida al
hombro, huyendo de aquellas criaturas con el hombro con una flecha clavada y
sangrando.
– ¡¿Socknier que esta pasando?! – consiguió decir ella– ¿que
hago aquí arriba y porque nos persiguen esos?
A Socknier se le quito un peso de encima pero siguió
corriendo intentando hablarle a su amiga, entre el cansancio y el dolor le
faltaba el aire.
–Menos mal… estas… bien– dijo jadeando –Creí que…– no
terminó la frase.
–Estoy algo mareada y me duele el tobillo, lo siento
Socknier no se si podre andar y mucho
menos correr– Se sentía impotente, estaban los dos en peligro y claramente
Socknier había tratado de protegerla y ahora se hallaban en esa situación.
–Son gajes del oficio…– dijo esbozando una sonrisa –Pero podrías tratar de averiguar como
escapar de aquí.
Socknier seguía corriendo a duras penas, la agilidad que
demostró antes se había esfumado y estuvo a punto de caerse varias veces con
Kytheris. Dos de aquellos seres consiguió alcanzarles pero Socknier se libró de
uno cortándolo por la mitad y Kytheris mandó volando por los aires a otro con
un conjuro. Sabían que no aguantarían mucho más así y que debían hacer algo
cuanto antes.
Llegaron a otro claro y vieron delante de ellos cinco de aquellos
seres que les cortaban el paso, volvían a estar rodeados y esta vez la agilidad
de Socknier no les sacaría de allí. Estaba muy cansado y pálido a causa de la
perdida de sangre.
–Este es nuestro fin– dijo Socknier con la voz pesada –No
podemos enfrentarnos a todos ellos, lo siento Kytheris, fue culpa mía, si te
hubiese despertado en vez de irme por mi cuenta a investigar…
– ¡Cállate! – Cortó Kytheris
–Ya has hecho bastante por mí mientras yo estaba inconsciente. Tengo una
idea, no se donde acabaremos y no se si saldrá bien, pero pase lo que pase no
me sueltes e intenta darme algo de tiempo.
Kytheris empezó a pronunciar unas palabras en aquel idioma
extraño que Socknier sabía que era el de la magia.
Otra criatura se abalanzo sobre ellos y Socknier reacciono a
tiempo de parar su estocada y lo hizo retroceder de una patada, las fuerzas le
abandonaban, pero si querían salir de ahí él debía aguantar hasta que Kytheris
acabase su conjuro. Dos criaturas más se lanzaron sobre ellos y cuando Socknier
se percató de ello era demasiado tarde, iban a morir allí le había fallado a su
amiga, no consiguió el tiempo suficiente…
Pero de repente un viento huracanado lanzo a los atacantes
varios metros y los elevó violentamente a los dos, muy alto, tan alto que
podían ver aquel bosque en toda su extensión, y también vieron la llanura de
Dinkheron, allí donde acababa el desierto y empezaba las bastas praderas de la
región, Kytheris siguió pronunciando el conjuro mientras se aferraba todo lo
fuerte que podía a Socknier para no separarse y otro fuerte viento les empujó
hacia allí.
Empezaron a caer a gran velocidad y Kytheris formo una
barrera mágica en torno a ellos para amortiguar el golpe.
La caída fue muy aparatosa y les hizo a las dos magulladuras
y cortes pero afortunadamente la barrera había resistido casi todo el golpe.
Habían aterrizado a un par de kilómetros del bosque y se habían refugiado bajo
una gran roca que salía del suelo y acababa en punta, ofreciéndoles un buen
escondite.
Socknier se desmayó
Kytheris recordó entonces el gran esfuerzo que había hecho
su amigo y que aun llevaba la flecha clavada en el hombro, asique se puso manos
a la obra para tratar de sanarle.
Kytheris había empleado mucha magia en sacarlos de allí y
estaba muy cansada, pero el corazón de Socknier latía débilmente y no podía
dejarlo así, debía de hacer algo por él. Le dio la vuelta, extrajo lo que
quedaba de la flecha, ya que la caída la
había partido y había empeorado la herida que ahora sangraba todavía más, le
arremango un poco la ropa para ver mejor la zona de la herida y empezó a
concentrar magia en sus manos, cerrando los ojos y pronunciando en voz bajas
palabras en lenguaje arcano, sus manos se iluminaron con una tenue aura de
color verdoso y Kytheris trazó unos extraños símbolos en torno a la herida de
Socknier. Poco a poco empezó a dejar de
sangrar, Socknier se agitaba y gemía por el dolor que esto le causaba, pero su
herida se estaba cerrando, se podía apreciar como los tejidos se empezaban a
unir lentamente y dejaba de sangrar, en pocos minutos la herida de Socknier
había desaparecido y su corazón volvía a recuperar su ritmo normal, entonces
cuando Socknier estaba curado del todo Kytheris se dejo caer exhausta contra la
roca y se dispuso a examinar su tobillo.
Lo tenia torcido y eso era difícil que se pudiese solucionar
solo con magia, dio un fuerte tirón aguantando el dolor, se lo vendo y se
aplicó un conjuro para reducir el dolor, apenas le quedaba magia y casi se caía
de sueño, pero estaban a salvo, miró a Socknier con cariño y le susurro
–Gracias, te debo una– le pareció que Socknier la escuchó porque se movió un
momento, pero estaba dormido, asique ella se apoyó en él y se durmió.
Socknier se encontraba en un extraño lugar, estaba como
flotando en el aire y llevaba su guadaña en la mano. Vio a lo lejos un extraño
brillo azulado, muy tenue, pero que estaba ahí, era cálido y lo sentía
familiar, intento llegar a él pero no conseguía avanzar. De repente aquel
extraño brillo se tornó rojizo y con tonos negros, ya no le inspiraba la
calidez de antes y le ponía los pelos de punta, de el emanaba una gran maldad y
él… ya no se sentía él.
Hubo un destello y se hayo sujetándose a si mismo por el
cuello, solo veía una mano que no era la suya sujetándose por el
cuello, pero esa mano en ese momento era la suya, un brazo fuerte, cubierto por
una armadura de color negro con tonos rojizos que tenia varios pinchos por el
lateral y acababa en unas garras metálicas que se cerraban sobre el cuello de
la imagen de Socknier, ¿Cómo podía estar haciendo eso? No lo entendía. Al momento una voz sonó,
procediendo de él, hablando al Socknier que intentaba librarse de las garras
que lo aprisionaban, estaba viéndose desde la perspectiva de otra persona, y su
cuerpo se quedaba sin fuerzas.
–Ya veo que has despertado– dijo con una voz que no era la
suya – tu no lo sabes chico, pero somos la misma esencia, la misma persona, dos
caras de una moneda y pronto vendrás a mi.
<<Nunca>> pensó instintivamente.
–Ya lo veras, ten paciencia– volvió a decir con aquella voz
que no era la suya.
De repente Socknier despertó, había sido una pesadilla pero…
parecía tan real. Miro a su izquierda y encontró a Kytheris acurrucada a su
lado, durmiendo apoyada en él, le acaricio la cabeza y se acordó de lo que pasó
horas antes y de como gracias a su amiga habían escapado de la muerte. Se llevo
la mano al hombro, pero ya no quedaba rastro de la flecha que fue a parar
clavándose en su carne en esa zona, ni de la herida. Supuso que fue gracias a
la magia de su amiga y le estuvo eternamente agradecido por ello, seguía
cansado, asique volvió a apoyarse contra la pared de roca.
– ¿Que era ese extraño sueño? – Se preguntó – Parecía que lo
que decía aquel… ser, yo en el fondo sabia que era verdad pero ¿Quién será?
A la mañana siguiente Socknier le relató con todo lujo de
detalles a Kytheris lo que pasó mientras ella estuvo inconsciente.
– ¡Deberías haberme despertado! – Le increpó– aunque eso que
dices que pasó cuando atacaste a ese jefe Nurgol, parece magia pero los conjuros
no suelen afectar a las cualidades físicas del mago, solo pueden hechizos muy
poderosos que requieren el uso de runas y lenguaje arcano muy complicado. Es
muy raro.
Socknier se quedó pensándolo, era cierto que nunca antes
había hecho eso aunque también era cierto que no se acordaba de mucho de su
vida anterior. Se sentía con mucha más energía que antes aunque lo atribuyó a
la magia de curación de Kytheris pero cuando se lo comentó esta lo negó.
–Bueno de todas formas aquí no lo vamos a averiguar, será
mejor que vayamos a algún sitio a conseguir comida, nos hemos quedado sin nada
Socknier dijo esto como si la cosa fuese a broma, tal vez
para quitarle peso a la situación. Fue a echarse a andar pero se paró al darse
cuenta de que no tenia ni idea de a donde ir.
–Esto… ¿Y ahora donde vamos?
Kytheris se rio –Mira que eres despistado…
Volvía a tener su
característico buen humor de siempre
–Dinkheron no está
lejos, con suerte mañana haremos llegado pero de momento tendremos que
apañárnosla para sobrevivir.
Empezaron a andar
pero al medio día pararon al lado de un rio para intentar pescar algo para
comer y poder beber agua. Estuvieron todo el día intentando atrapar algo, pero
a pesar de la magia de Kytheris, solo Socknier fue capaz de atrapar un par de peces
con su sorprendente agilidad y reflejos recién adquiridos misteriosamente.
Ya anochecía pero habían recuperado fuerzas y habían comido,
echaron más leña a la hoguera y durmieron al raso, agradecieron que allí el
clima fuera más suave que en el desierto y no se estaba mal. Cuando despertaron
el sol acababa de salir y decidieron ponerse enseguida a andar hacia Dinkheron.
Llegaron a la costa y vieron a lo lejos una gran roca que
sobresalía del mar en torno a la cual había una ciudad flotante muy grande con
un montón de casas ancladas a la roca. En su cima había una extraña
construcción que era bastante grande en comparación con las demás casas de
abajo que ya de por sí lo eran pero de distinto aspecto, no parecía que ese
edificio hubiese sido construido por las mismas personas que construyeron los
demás edificios que no parecía que se movieran un ápice a pesar de las olas que
impactaban contra los muros de las casas que daban al mar.
– ¡Impresionante! – Dijo Socknier al ver la ciudad
boquiabierto – ¿Pero como llegaremos allí? Está demasiado lejos como para ir
nadando.
–Es porque es una ciudad construida por magos y para magos
aunque claro todo el que conozca un mago puede entrar, y por suerte me conoces
a mi– Dijo Kytheris dándose aires de grandeza – Mira es allí
Kytheris señaló un pequeño pedestal sobre una base de piedra
donde había grabados multitud de símbolos arcanos. Estaba situado justo en la
playa y cuando había marea alta el agua le alcanzaba.
Fueron hacia allí y Kytheris se acercó al pedestal, puso las
manos encima de él, cerró los ojos para concentrarse y empezó a transmitirle
magia. Lentamente en frente de ellos se fue formando un camino de hielo y
cuando llego a la orilla comenzaron a cruzarlo.
–Durará unos veinte minutos– Dijo Kytheris mirando a
Socknier que parecía temer que el hielo se derritiese y cayeran al mar.
Al llegar a la ciudad vieron que bullía de gente, esa ciudad
que había sido construida por magos para albergar todo tipo de conocimientos se
fue convirtiendo poco a poco en una ciudad mercante y había seres de todas las
razas: Elfos, Enanos, Humanos y hasta vieron a un par de Nurgols. Kytheris tuvo
que detener a Socknier cuando vio que este iba a sacar su guadaña para
atacarlos con toda sus fuerzas.
–Esta ciudad es zona neutral– Explicó Kytheris a Socknier
–Los Nurgols aquí solo están de paso, aunque a mi también me fastidia mucho que
estén aquí a sus anchas pero bueno mientras no creen problemas…
Llegaron a una posada, era bastante normalita en comparación
con las lujosas casas que se veían en aquella mismas calles, por las que
también había canales de agua marina que se movían con la corriente del mar,
aunque la ciudad no se movía nada, cosa que le pareció muy curiosa a Socknier.
Dentro de la posada hablaron con la dueña y le explicaron su
situación. Se llamaba Herna y era una señora de raza enana, con muy buen humor y un poco cotilla.
–Pobrecitos, debéis de haberlo pasado muy mal. Os propongo
un trato, si alguno de vosotros trabajáis para mi os podréis quedar y también
os pagaré un poco si trabajáis bien.
Socknier se ofreció voluntario, era lo mínimo que podía
hacer por su amiga que ya le había salvado la vida dos veces, a demás así ella
tendría tiempo para explorar la biblioteca de aquella ciudad, que era la más
famosa de todo el mundo, como Kytheris le había comentado cuando aun estaban en
Agganthor.
–Venid por aquí– Herna les guio hasta su habitación, en la
que solo había una cama– Este será vuestro nidito de amor– esto ultimo lo dijo
guiñándoles un ojo a Kytheris.
Al parecer la anciana les había tomado por una pareja a la
que habían asaltado, ya que no le contaron ni que habían sigo atacados por
Nurgols ni le habían hablado de los extraños poderes de Socknier. No se lo
desmintieron, al fin y al cabo los enanos eran muy testarudos y aunque se lo
negasen ella seguiría en sus trece, de modo que a sus ojos si eran pareja.
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