Capitulo 1


La chica del viento


El calor era agobiante, aquello estaba muerto y la arena quemaba bajo sus pies. Aun no sabía como había llegado a ese desierto, el cambio de paisajes había sido tan sutil que no se había dado cuenta  y ahora estaba perdido en aquel infernal desierto que no albergaba vida alguna. Había deseado haberse quedado en aquel fresco bosque que le proporcionaba comida y agua fresca, pero ya era demasiado tarde y se hallaba perdido en aquel lugar.

Andaba sin fuerzas, tambaleándose, y se dejó caer en la arena, le quemaba la espalda pero daba igual, llevaba varios días sin comer y no le quedaba agua, sabia que iba a morir en aquel desierto y decidió abandonarse. Se desmayó…


Despertó bruscamente cuando sintió el contacto del agua en su cara y oyó una voz que lo llamaba
–­­­­­¡¡Eeeh despierta de una vez!! Esté no es un buen sitio para dormir–

Era una voz de mujer, también joven, un poco molesto se revolvió ante aquella sensación asfixiante cuando otra tromba de agua le cayo bruscamente sobre la cara.

– ¡Ya estoy despierto! – dijo gritando y abrió los ojos temeroso de que otra ingente cantidad de agua impactase contra su cara de nuevo.

Ante él se encontraba una chica, sus cabellos largos y castaños caían suavemente delante de su cara, sus ojos almendrados le parecieron lo más bonito que había visto en días y le recordaron a la hermosa luna que vio en aquel claro donde “nació” porque antes de eso solo recordaba oscuridad. Llevaba unas ropas anchas y largas que protegían su piel del sol, una túnica de color plateada con filigranas de color morado la cubrían desde el cuello hasta los pies. Aquella chica desprendía una suave brisa que lo envolvía y lo refrescaba.

Poco a poco fue tomando conciencia  de donde estaba. Se hallaba bajo la sombra de una palmera al lado de un estanque con agua cristalina, rápidamente se levanto y fue al agua a aplacar su sed ante la curiosa mirada de aquella chica que lo había salvado.

–En estas ocasiones se le suele dar las gracias a la persona que te ha salvado– dijo ella un con un tono bromista – ¿Me llamo Kytheris y tu? –

Ante esta pregunta se quedo un momento pensativo, era cierto que no tenia nombre pero ya había meditado profundamente sobre ello cuando estaba en el bosque y  un nombre resonó en su mente en aquel momento.

– Socknier…–  dijo sin convencerse del todo – me llamo Socknier

La chica se  rio.

– ¿Qué es tan gracioso? – dijo un poco molesto

–Tu nombre, significa espíritu veloz en Eduano– dijo – Aunque me pareces más bien patoso la verdad– dijo sin poder contener su risa.

Socknier no le dio importancia a  su risa y pregunto – ¿Qué es el Eduano? –

–Es el lenguaje de la gente que habitaba los cielos hace miles de años– reveló  –Aunque yo pensaba  que solo los magos de la escuela del viento sabían de ese idioma – esto ultimo sonó con un tono de pena y de nostalgia.

– ¿Los magos de la escuela del viento? – Pregunto Socknier para si – ¿Eres una maga? –

– ¡Bingo! Premio para el caballero– dijo retomando el tono burlón que la caracterizaba – ¿Cómo crees si no que he podido traerte hasta aquí cuando te encontré tirado y medio muerto? Yo sola no habría podido levantarte

Socknier estaba aturdido, aun no se había recuperado del todo  y la voz de Kytheris parecía clavársele en la cabeza como un calvo ardiendo. << será por el calor, dentro de un rato tendré la mente más clara >> pensó.

– ¿De donde sales? – Preguntó Kytheris – No conoces las escuelas de magia, te internas en Agganthor si saber a donde vas…–

Agganthor era una tierra extraña, salpicada por bosques y desiertos aquí y allí, el cambio entre bosque y desierto era tan sutil que a penas los viajeros se daban cuenta cuando habían abandonado uno de aquellos agradables bosques y se habían internado en el mortal desierto.

Estaba anocheciendo y Socknier agradeció que las temperaturas descendieran un poco.

–Acamparemos aquí– dijo Kytheris –Tal vez podamos conocernos un poco.

Socknier asintió, la voz de aquella muchacha ahora le parecía un poco más relajante que antes e incluso le gustaba la idea de conocer por fin a alguien en ese mundo al que no pertenecía.

Socknier decidió preguntar por fin, a ver si era capaz de sacar algo en claro.

–Dime Kytheris–  dijo tras un pasar un rato descansando bajo aquella palmera que le daba una sombra he hacía que no quisiese moverse de allí nunca mas

 – Antes has dicho que mi nombre es Eduano, entonces ¿crees tu que yo puede que pertenezca a ese pueblo? –  Preguntó con la voz cargada de esperanza –No sé que hago en este mundo, lo único que recuerdo es despertarme en un claro totalmente arrasado por una tempestad, no me acuerdo de nada más que eso y quisiera averiguar quien soy.– explicó

–No creo…. – contesto ella – teniendo en cuenta que los Edunitas se extinguieron hace más de dos mil años

Socknier perdió otra vez la esperanza, lo único que había averiguado era que poseía un nombre que creía ser totalmente inventado por él pero que al parecer era una palabra que perteneció a una antigua civilización que existió hace mucho tiempo. Sintió curiosidad por averiguar más acerca de esa civilización.

– ¿Que sabes de ellos? – Pregunto él – Dijiste que se extinguieron hace mucho tiempo, pero, ¿como es que sabes acerca de ellos? ¿Como se extinguieron? ¿Y como es que también sabes su idioma? – Todas aquellas preguntas cogieron por sorpresa a la chica pero intento hacer un esfuerzo por contestarlas todas.

–Mas despacio, mi cabeza no da para tanto– bromeó ella – intentaré contarte todo lo que sé–
Socknier se lo agradeció con un gesto  y espero a que comenzase a relatar su historia.

Kytheris empezó su relato

–Los Edunitas fueron una civilización muy poderosa que habitaban los cielos, tenían un conocimiento muy avanzado sobre la magia que desgraciadamente se ha perdido – explico ella,  miró hacia el cielo un momento y prosiguió con su historia.

– Esta civilización vivía en los cielos, en grandes islas construidas por ellos mismos, era una civilización poderosa pero pacifica ya que podrían haber usado su gran poder para esclavizar a los humanos que entonces estaban empezando a crear reinos, pero ellos se limitaron a observarlos con interés. Tenían gran poder sobre las nubes y de vez en cuando obsequiaban a los humanos con copiosas lluvias que hacían crecer sus campos. Su gran fuerza no solo se basaba en sus poderes, ellos convivían con unos grandes animales de piel escamosa, alas membranosas y cuernos en la cabeza, capaces de exhalar fuego por sus bocas; los llamaban dragones y estas poderosas criaturas no eran ni mucho menos sus mascotas, eran sus aliados y ellos defendían sus ciudades a cambio de refugio y alimento. – Kytheris hizo una pausa para descansar.

–pero ¿protegerles de quien? – Preguntó Socknier – ¿si eran la raza más poderosa porque necesitaban protección?

–A eso iba impaciente– Kytheris observó que su historia había despertado una gran fascinación en Socknier y se dispuso a proseguir con su relato con gusto

–Resulta que existía una “persona” que les tenia envidia, aunque era raro puesto que él solo tenia un poder inmenso y se empeñó en destruir a los Eduanos, este ser era inmortal y no podía morir…– Kytheris paro, tenia miedo de hablar de él y Sockier percibió su miedo.

– ¿Qué te sucede? – pregunto él preocupado por su nueva amiga que había empezado a temblar.

–No es… nada– dijo entrecortadamente– Es verdad que no conoces nada de lo que ocurre, aquí y ahora puede parecer pacifico pero… ese ser inmortal del que te hablo, es el mismo que está asolando nuestro mundo, día tras día, destruye aldeas, conquista reinos con sus horribles criaturas… él solo se conocía en historias, y se le creía muerto desde la caída de Eduania, pero hace tan solo tres años que volvió de entre los muertos y poco a poco se está adueñando de este mundo, autoproclamándose amo y señor de todo lo que él desea. Primero destruyó las escuelas de magia, tan solo la más poderosa, la del oeste dedicada al fuego aguanta todavía, pero solo es cuestión de tiempo, la escuela del viento ¡Mi amada escuela! donde yo estudiaba hasta hace tan solo un mes fue reducida a escombros, solo yo conseguí escapar y…– se le quebró la voz y no pudo continuar hablando, estaba temblando violentamente  y llorando con infinita pena; algo le dolía en el corazón.

Socknier se acercó a ella y dejo que llorase en su hombro y se desahogase maldiciéndose así mismo por lo bajo en el momento que se le ocurrió preguntar por ello. Al cabo de un rato Kytheris se quedó dormida llorando, y Socknier la recogió y la dejo dentro de la tienda de campaña que horas antes habían montado entre los dos, todavía no había anochecido del todo pero el sol ya estaba casi oculto en el horizonte y decidió intentar hacer un fuego con un par de piedras que encontró en el bosque que abandono días antes y cuando este prendió se recostó contra la palmera que antes le había salvado de morir fulminado por el sol y dirigió la vista al cielo que empezaba  a llenarse de estrellas.

–Asique Eduania– dijo para sí mismo – Me encantaría haberla visto es una lastima– Socknier cerro los ojos e intento asimilar toda la información que había recibido como un torrente; después de todo no estaba en un mundo tan pacífico como él creía.

A la mañana siguiente despertó y vio a Kytheris un poco desanimada, no parecía que hubiese pasado buena noche pero intento hablar con ella y distraerla con otro tema.

–Asique eres maga– le dijo acercándose a ella –Que yo sepa nunca he visto nadie haciendo magia, ya sabes, no me acuerdo de nada– se sentía un poco estúpido pero solo intentaba que le mejorase el humor, aunque no la conociese de nada prefería aquella chica alegre a la que había conocido el día anterior.
Kytheris le miro incrédula y se encendió al momento olvidando todo lo del día anterior y su desafortunada conversación.

– ¿Cómo es posible que no te acuerdes de la magia? Es lo que mueve el mundo, todo ser es magia, cada planta, animal, roca y persona posee algo de magia en su interior, sin ella todo perdería su esencia. – Kytheris se empezó a animar un poco y decidió mostrarle algo de magia a aquel extraño chico – está bien te enseñare como te traje aquí– dijo con una sonrisa maquiavélica.

Kytheris le dio la orden de quedarse quieto y se separó varios pasos de él, lentamente comenzó a concentrarse y a recoger un poco de energía del ambiente, ante todo no era una maga muy poderosa y era mejor no gastar sus propias reservas de energía, en la escuela del viento le habían enseñado lo básico, extraer la magia que transporta el aire en todas direcciones. Cuando creyó que ya tenia suficiente energía acumulada susurro unas extrañas palabras y con un rápido movimiento de manos que parecían más una orden, hizo que un pequeño remolino de viento elevase un poco del suelo a Socknier, este sorprendido casi pierde el equilibrio y estuvo a punto de caerse de aquella suave corriente de aire que lo elevaba varios centímetros del suelo. Le empezó a parecer agradable, Kytheris lo desplazaba de aquí para allá a su antojo y no parecía que le costase demasiado esfuerzo.

– ¡Es increíble! – Exclamó Socknier– estoy levitando

Socknier se dejó llevar un poco más por esa sensación que le hacia creer que pesaba lo mismo que una pluma, pero percibió en la cara de Kytheris una sonrisa un tanto extraña y antes de que él pudiese decir o hacer nada ella lo arrojo rápidamente al agua y lo sumergió en aquel estanque en el que el día anterior había apagado su sed. Cuando salió del agua encontró a Kytheris riéndose de él casi tirada por el suelo

–Te parecerá bonito– dijo mientras el pelo le chorreaba e intentaba apartárselo de la cara – ¿Por qué has hecho eso? – preguntó

–No se– dijo ella entre carcajadas– me pareció que estabas un poco dormido todavía–

Socknier recordó la forma en la que ella le despertó la primera vez y un pudo evitar echarse a reír como su amiga. Estaba contento de que Kytheris hubiese recobrado el buen humor y de haberla encontrado en aquel desierto, había pasado muy poco tiempo con ella pero se sentía a gusto y como no tenía a donde ir decidió que viajaría con ella, si no le importaba…

–Anda ayúdame a subir –le dijo él– pero cuando Kytheris le tenido la mano y este la agarro, tiró fuertemente de ella y la precipito contra el agua también.

– ¡Traidor! – Dijo ella todavía entre risas – eso es jugar sucio.

– ¿Y usar magia contra mi no lo es? – dijo también entre carcajadas

Se quedaron un rato flotando en el agua mirando el cielo en el que ahora lucia un sol brillante, pero cruel en aquel lugar.

– ¿Ya sabes donde vas a ir? – pregunto Kytheris

–Esperaba poder viajar contigo a donde te dirigieses tu, no tengo ningún lugar al que ir

–Yo tampoco, viajo de aquí para allá, tenia pensado pasar por una ciudad que esta cerca de aquí y  confiar en que no este infestada de Nurgols…

– ¿Qué son los Nurgols? 

–Son criaturas al servicio de la dama oscura, una de los lugartenientes de “El emperador negro”, el ser inmortal de mi historia– aclaró.

Socknier sintió el odio que emanaba de ella al mencionar aquella dama oscura

–Algún día  mataré a ese emperador sea como sea, con mis propias manos si es necesario, si tan solo fuese más fuerte…– aquello sonó como una promesa– le haré pagar lo que le hizo a nuestra escuela.

Decidieron viajar por la tarde dos horas antes de anochecer, a esa hora haría menos calor y por otra parte conseguirían llegar a un bosque donde conseguir algo de alimento, que en ese momento escaseaba ya que Kytheris no contó con Socknier cuando emprendió su camino por aquel lugar, pero se alegraba de tener algo de compañía.

Al atardecer partieron hacia el suroeste en dirección a la ciudad de la que había hablado Kytheris antes, le reveló que se llamaba Dinkheron, de la región del mismo nombre, situada el la costa suroeste de Shandor, como llamaban a aquel mundo del que no recordaba nada. Era un viaje arriesgado ya que no conocían si aquella ciudad era peligrosa o no pero ante todo era una ciudad mercante y hasta donde Kytheris sabia seguía siendo una ciudad neutral,  asique se dirigían allí con la esperanza de conseguir víveres y cosas que pudieran necesitar.

Socknier recogió su arma y se la echó a la espalda, Kytheris la miró, no se había fijado antes en ella pero ahora que la veía de cerca le pareció que le daba a Socknier un aspecto mas amenazador y fiero, pero al mismo tiempo tenia un brillo azul eléctrico que le resultaba hermoso y casi hipnótico ¿De donde habría sacado aquel muchacho esa arma que parecía tan extraordinaria? No le dio importancia…

– ¿Vienes o qué? – Socknier se había dado la vuelta y la había llamado al darse cuenta de que se quedó cuando el empezó a andar clavada en el sitio.

Kytheris se dio cuenta de que se había quedado ensimismada mirando aquella guadaña, sacudió la cabeza y apretó el paso para ponerse al lado de su compañero de viaje.

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Escrito por: Sergio Iglesias Manibardo Todos los derechos reservados. Prohibida su distribución sin el consentimiento legal y por escrito del autor

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